ALGO PARECIDO A UN HOMENAJE.
VIVA LA MÚSICA.
Al
leer el título que escogí para el presente blog, me es inevitable no remitirme
a mi adolescencia cuando estaba cursando grado séptimo u octavo de
bachillerato. Cuando en la clase de castellano o español, según se acostumbre llamar
dicha asignatura; nos pidieron leer la icónica novela del escritor Vallecaucano,
Andrés Caicedo ¡Que viva la música!
Debo
admitir que para entonces la lectura de ese libro se me dificulto, pues en su
forma de escribir el autor detallo los acontecimientos que rodearon la vida de
los personajes de su historia, haciendo uso de un lenguaje muy propio de la
región en la que paso los años de su vida. Motivo por el cual, dicha historia
que protagoniza María del Carmen Huerta, pasó desapercibida en aquellos años.
No
obstante, a medida que fue pasando el tiempo y que mi pasión por la lectura fue
en aumento, me atreví a darle otra oportunidad a la novela. Descubriendo en
esta obra un oscuro mundo de depravación, abusos y vida desenfrenada que de
inmediato captaron mi atención.
Debo
reconocer que ese interés repentino por volver a leer la obra de Andrés
Caicedo, no surgió como un genuino interés por su obra; sino como una
fascinación que me genera las vidas cortas, pero intensas que viven los músicos,
escritores y en general los artistas en cualquiera de sus disciplinas. Y no hay
mejor ejemplo de esa fascinación que la corta e intensa vida del escritor
descrito, que poco antes de recibir la copia de su libro insignia ¡Que viva
la música!, decidió quitarse la vida a la edad de 25 años, ingiriendo una
cantidad excesiva y mortal de medicamentos.
Aquella
obra, en su momento me mostro un panorama que hasta entonces era desconocido
para mí. Puesto que me sumergió en un mundo inédito lleno de deseo y pasiones
licenciosas que en mi fan de rebeldía empecé a ver intrigante y cotidiano. Pues
lo entendía como la descripción de aquella oscuridad que habita en cada ser,
que lo lleva a querer vivir experiencias desaforadas, a pesar de ser mal vista
por sus congéneres o por ir en contra de lo socialmente establecido.
Debo
decir que quizás eso fue lo que me cautivo de la obra de Andrés Caicedo, el
hecho de que logró describir a la perfección aquellos deseos oscuros que
invaden a los personajes de su obra. Tanto como si él estuviera narrando sus
más oscuros e íntimos deseos en cada página de su libro. Como si este fuera la
descripción o el testimonio de cada pasión o deseo que rodeaba su vida, incluso
su muerte.
Para
entonces, cuando leí por segunda vez su obra, yo era un adolescente acelerado e
inquieto, que siempre estaba habido de emociones. Por el simple hecho que no me
gustaba conformarme con la paz que brinda una vida excesivamente correcta y
aburrida. No obstante, también era consciente que mi estado exaltación o
euforia no eran permanentes y que, por el contrario, eran cambiantes e
inestables. Como si algo me llevara a actuar de la manera correcta; y la otra
parte me hiciera actuar con la rebeldía de mis impulsos.
Naufragando
en esa incógnita me encontré con frecuencia. Hasta que, la lectura de la novela
de Andrés Caicedo y la historia propia de su vida, me llevaron a entender que,
básicamente; yo estaba experimentando esa búsqueda implacable e inestable por
saciar aquellos oscuros deseos de rebeldía que me invadían. Que habían nacido en
mi desde los primeros años de la niñez, que con el tiempo fueron creciendo y que
empezaron a pedir que fueran zaceados.
De
tiempo atrás, en los años de mi niñez y con más fuerza entrada mi adolescencia,
pasaba por esa disyuntiva entre el bien y el mal. Entre hacer lo correcto y
conseguir el reconocimiento de todas las personas incluyendo la aprobación de
mi familia; o ser la oveja descarriada y libertina que se tomaba la atribución
de omitir los deberes propios de su existencia por la búsqueda incesante de
emociones fugaces que le despertaban adrenalina y pasión por lo desconocido. Como
la misma muerte y la necesidad infranqueable de dejar un algo valioso para ser
recordado, luego de que esta me alcance.
Yo
era consciente de esa dualidad que me invadía el alma y me sentía culpable por
ello. Pues no era consciente que esa misma dualidad hace parte de la esencia de
la persona. En mayor o menor medida. Hasta que los párrafos de la obra
emblemática de Andrés Caicedo, sumado a su historia de vida libertina y
autentica, que la entendí como un reflejo de sus pensamientos, de sus reglas y más
profundos deseos; me ayudaron a entender que esos mismos deseos que en mí
anidaban desde hacía años eran el reflejo de mis propios pensamientos, deseos y
en generar de la persona que se estaba formando.
Por
lo que, al ser consciente que aquellos deseos cuestionables y bohemios que
experimentaba, no eran únicos en mi persona, sino que muchas otras personas lo
experimentaban me dio un parte de tranquilidad. Ya que, me permitieron entender
que esos deseos oscuros son parte de ese instinto puro y simple que tiene el
ser humano por zacear la otra cara de su dualidad. Porque al igual que los personajes
de la obra de Caicedo o la historia de vida del mismo autor, me ayudaron digerir
que en mí no había nada malo y que solo buscaba un poco de satisfacción en mi vida
aburrida, rodeada de sombras y tonos grisáceos.
A
pesar de ello. De tener que lidiar con esa constante dualidad, lo cierto es que
con cierta facilidad logre desenvolverme de la mejor manera en ambos mundos que
habitaba. Puesto que, aunque carezco de la disciplina, la inteligencia y la
entrega necesaria y suficiente para cursar y aprobar las asignaturas con las
mejores notas y con ello aspirar a los primeros puestos en la clase para que
reconocieran las habilidades que no tengo en asignaturas como idiomas
extranjeros o matemáticas. Con varias dificultades y sufriendo conseguí aprobar
cada curso.
Sin
embargo, pese a mi aparente éxito, hay esa otra cara de la dualidad de mi ser que
me impulsa o convierte en ese otro ser taciturno y problemático que le gusta
meterse en problemas, que lo llama el vértigo y la adrenalina, que coqueta con
la muerte y la vida bohemia y licenciosa, que le gusta generar pleito y
controversia para ganarse lugar entre las personas alborotadoras. Que siente
una fascinación enfermiza por la vida corta e intensa, rodeada de emociones
fuertes y música estridente que lo lleven a explorar ese mundo oscuro que lleva
en su interior.
Y
precisamente fue eso, ver reflejada mi propia existencia en la corta y agitada
vida de este autor y de muchos otros con estilos de vida desenfrenados, lo que
me llevo a retomar la lectura de su obra. Para descubrir en sus líneas y en sus
formas de entender el mundo, esa explicación que quizás en mi ser nunca he
podido entender. Que es, esa falta de sentido vital de la vida que llevaba. La
cual considero como un despropósito carente de sentido o; dicho de otra manera,
una existencia ausente de un propósito superior. Que no nos determina a ningún
lado, a ninguna meta, o finalidad establecida; porque no va más de ese sentido
propio que le damos cada mañana al despertar.
Debo
decir que, si bien mi fascinación por la lectura nació antes de atreverme a
leer esta novela, y se acrecentó mucho después de hacerlo. Debo reconocer que
su trama cruda y visceral, en la que relata la vida de una joven que poco a
poco se fue sumergiendo en un estilo de vida vertiginoso, hasta que toco fondo.
Marco un antes y un después en mí vida. Dado que, al introducirme en ese mundo
tan imaginario, pero a la vez tan real, en el que nos sumerge el autor. Me
ayudo a comprender que quizás ese era el mundo al que quería pertenecer. Dado
que, después de tanto vagar a la deriva, de tantos pensamientos muertos en
hojas de papel rotas o quemadas. Encontré que la magia de las letras y el contendió
de los escritos pueden zacear esa necesidad de liberar mis pensamientos más profundos
y la manera fúnebre o no en la que veo el mundo.
De
muy niño sentí ese algo que no puedo describir, que me impide sentirme parte de
ese grupo personas que sienten tener sus ideas claras y sus vidas resueltas,
como si siguieran un libreto o el mapa de un camino que los llevara a conseguir
sus propósitos con la certeza indiscutible de una fecha marcada en el
calendario. Que encuentran en su existencia ese algo que llaman destino, al que
le atribuyen un aura mística de certeza al azar de la vida. En la que te
propones metas realizables en un plazo estipulado a una vida que parece ser más
las páginas de un libro que está lleno de intriga e incertidumbre. En donde la crónica
del personaje que la experimenta nunca es lineal y que los planes en la
imprevisibilidad de la vida y ante el acecho constante de la muerte, siempre
quedan sobrando.
Es por eso que, al terminar este texto, deseo hacer un homenaje a ese gran escritor que fue Andrés Caicedo. No sin antes agradecerle a él y a miles de escritores más, por la oportunidad que nos dieron de conocer de su puño y letra, los más íntimos y oscuros deseos de sus pensamientos.
Finalmente,
haciendo un paréntesis a esta historia. Les recomiendo leer una de las novelas
menos conocidas de Andrés Caicedo, titulada “el atravesado” que, en
palabras del buen amigo que me presto el libro, habla de la vida de Edgar un joven
de un barrio popular de Cali que termina metido en problemas por su pasión desenfrenada
a la pelea. Historia que en mis años más conflictivos y peleoneros me
identifico.
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