PESADILLA DE MEDIA NOCHE.
PESADILLA DE MEDIA NOCHE.
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Hay
muchas cosas que no comprendo y que, tampoco pretendo entender como, por
ejemplo, que hay detrás de cada sueño o pesadilla. Si acaso esas imágenes que vemos
son simples representaciones que recrea nuestro subconsciente sin que exista alguna
relación o, por el contrario, si tienen algún significado en el mundo tangible.
O sí, hay alguna diferencia sustancial que permita diferenciar ambos términos,
más allá de una diferencia estrictamente gramatical.
O
si es cierto que, estos son el reflejo de algún miedo que nuestro subconsciente
revela a partir de imágenes difusas que son interpretadas para dotarlas de
sentido. O si estos son, acaso una especie de premonición que nos avisa sobre
algo que está por suceder o que está ocurriendo en el mundo físico. Quizás un
poco de todas, tal vez no sean nada. La verdad es que, no lo sabremos a ciencia
cierta.
Sin
embargo, yo soy de los que piensa que, los sueños o las pesadillas son, en
cierta medida, la facultad que tienen los seres vivos para entrar en una realidad
diferente a la suya. La que experimentan a diario. Algo así como, la facultad
de poder entrar a las fauces de un submundo pintoresco y extraño, gobernado por
sombras, donde se pierde el sentido del tiempo y el espacio.
***
Mi
madre me dijo alguna vez que, en sí mismos, más allá de las cualidades que se
destaquen en cada ser, no somos más que materia que, se transforma, muta y se
acostumbra a los entornos, para ineludiblemente, finalizar el ciclo.
Muchas
veces me dijo que ella comparaba la vida con un rio. Cuyas aguas mágicas y
siniestras, lleva a cuestas el tiempo de su existencia. De su crecimiento en la
montaña y de su fin, cuando se encuentra con las aguas del mar. Algo parecido,
seria las aguas de la vida, tormentosas, mágicas, peligrosas y a fin de cuentas
invariables en su único destino. El fin de su ciclo en el Caronte.
Según
ella, un rio puede personificar el ciclo de la vida. Lo hermoso y lo peligroso.
Lo pequeño y endeble en el nacimiento,
pero también lo enorme y experimentado en el ocaso final de sus aguas. El
crecimiento a partir del contacto con los demás ríos; así como, la
contaminación del espíritu cuando otro rio trae en su caudal agua sucia. La
tranquilidad del agua calma y el terror que genera la turbulencia de los
caudales. La fascinación y la majestuosidad que despierta, con el peligro y el
poder que en sus aguas tiene.
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Una
noche cualquiera, de esas que parecen inexistentes porque su recuerdo se pierde
en la memoria. Cuando me dispuse a descansar, sentí que estaba entrando en ese
estado de inconciencia que permite el ingreso al submundo de las pesadillas y los
sueños. Ese mundo que está lleno de alucinaciones y sombras disformes.
Recuerdo
que, cuando me recosté a lo ancho de la cama, lo último que vi fue, unos sobres
y unos cuantos frascos abiertos. Luego, cuando me encontré inmerso en ese
estado de inconciencia, me vi flotando en un estilo de nube turbulenta que
alimentaba un rio embravecido. En ella me trasporte a ese submundo de tonalidad
blanquecina. En donde, sin importar en la dirección en la que viera, lo único
que podía reconocer era una tonalidad blanca, pálida y sin destello alguno.
Era
como si hubiese entrado en una habitación, pero en sí misma no era un cuarto, pues
aparte de la tonalidad blanca, no había nada que me permitiera suponer que era eso.
Sin embargo, me sentía preso y aislado en dicha habitación. Recorriendo con pasos
testarudos y torpes un fondo blanco e infinito, donde me sentía obligado a huir
de espantosas sombras, aunque estas no se proyectaran en el suelo o en las
paredes blanquecinas. Me hallaba preso en ese submundo irreal. Recreado por mi
imaginación. Al menos en apariencia.
Al
cerrar los ojos, me imagine ingresando a mi casa, pasando frente la sala de
estar. Recorriendo en punta de pies los mal iluminados pasillos, en dirección
al patio. Sin embargo, al abrirlos seguía despertando en ese fondo blanco en el
que, no podía parar de caminar, pese a mi voluntad por detenerme. Y aunque trate
de dejar atrás ese maldito matiz que atormentaba mi existencia, caminando lo
más rápido que me era posible, me sentía amarrado. Como si estuviera atado a un
árbol con una soga. Lo cierto era que, caminaba inconscientemente en círculos, tratando
de hallar la salida, a lo que parecía ser un extraño universo, sin inicio ni
final.
Luego
de muchos intentos por recrear en mi memoria la estructura de mi hogar, su
techo de teja, su fachada desgastada... Por fin logre encontrar la salida de
esa habitación y, entrar a la sala de mi casa con rumbo al patio. Sin embargo,
al hacerlo sentí que, yo no estaba, que yo no era. Que la casa solo estaba
siendo ocupada por una sombra que no pertenecía a ese mundo. A ese otro
mundo.
Caminé
rumbo al patio, por el pasillo que comunica con la sala, y mientras lo hacía sentía
que, en realidad, yo no estaba en la sala, sino que esta era una parte de lo
que yo fui. De mi infancia y adolescencia. Al llegar a la puerta del patio,
note que no estaban sembrados los árboles de aguacate y manzano. Y que, en su
lugar, solo había un enorme fondo blanco, inerte e infinito… Entonces como un
reflejo de mi conciencia, me di cuenta que, yo solo era una sombra que miraba
desde el recuerdo los lugares que recorrió en vida. Mientras estos yacían en un
espacio en blanco.
***
No
puedo decir que, no haya sido doloroso, pero lo acepte… Acepte que mi hermano interrumpiera
su ciclo y, desviara con más prontitud de lo esperado, el cauce de su rio para
encontrar el Caronte. Lo que no entiendo es, por qué su presencia en los
rincones de la casa siguió inalterable.
Se
hace evidente que él ya no este con nosotros. Después de todo, yo lo acompañe a
su última morada. Sin embargo, desde su partida, también se hizo notorio que,
empezaron a pasar cosas inexplicables en la casa. Por ejemplo, que se movieran
las cosas por sí mismas, o que crujiera la madera del piso como normalmente
ocurría cuando alguien caminaba sobre esta, o que se cayeran los platos y
pocillos del lava vajillas a altas horas de la noche.
Sin
embargo, esas cosas que pasaron, no fueron tan extrañas como los sucesos de esa
noche…
***
No
tengo ningún recuerdo de lo que paso. Solo tengo en mi memoria la imagen de esos
malditos sobres y frascos con… pastas.
No,
no eran pastas. Eran unas capsulas de color extraño y amargo sabor que, me recetaron
para dormir. Tome una o quizás dos. Pero tampoco fueron tantas, como para creer
que no iba a despertar. Si, es cierto, tal vez me excedí un poco en la formula
médica de media capsula cada noche. Pero mi intención era descansar.
Llevaba
varias noche soñando cosas inexplicables que me generaban pánico. Como encuentros
peligrosos con animales salvajes, o paseos interminables en medio de una selva,
o encuentros extraños con personas que habían fallecido. Pero nunca antes, me
había sumergido en un submundo blanquecino. Donde, en la mitad de la nada,
estaba mi casa.
Aquella
pesadilla se prolongó más de la cuenta, más de lo deseado. Y el hecho de que, no
pudiera despertar me atormentaba. Pues me sentida débil y acongojado. Perdido
en medio de la nada. En medio de un submundo sin inicio ni final.
Asustado
por dicha situación, comencé a recorrer los pasillos de la casa en búsqueda de
ayuda; no obstante, no encontraba nada ni a nadie. Todo se mantenía inmóvil e
inalterable, cada mueble, cada partícula de polvo, cada losa que lanzaba al
suelo volvía a su lugar. Cada ruido que hacía o, cada acción que intentaba para
despertar, se convertía en un sonido hueco que se perdía en la infinidad de la
nada. En donde me hundía más y más… en medio de ese fondo blanco infinito.
***
Aquella
noche todo empeoro. Los muebles, los platos, las porcelana, las materas y todo
lo que había en las mesas y estantes de la casa, comenzaron a volar de manera
inexplicable. Estrellándose las unas con la otras y, contra las paredes.
Haciendo que estos objeto, se fragmentaran en cientos de pedazos diminutos que,
se esparcían por el suelo.
Sin
embargo, eso no fue lo más espantoso de esa noche puesto que, todos en la casa
huimos sin mirar atrás, cuando fuimos testigos que, en una de las paredes del
pasillo que comunica la sala de estar con el patio trasero, vimos escrito, en
una letra gruesa y roja, parecida a la sangre:
- Ayuda. Quiero despertar.
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